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A mis amigos, los nuevos y los de siempre.
A lo largo de la vida, incluso cuando “no levantamos ni una cuarta del suelo”, como dicen nuestros abuelos, vamos socializándonos con muchas personas, unas por asignación social y otras espontáneamente. Y es precisamente en estas últimas relaciones donde surge uno de los tesoros más valiosos que las personas se han regalado a sí mismas a lo largo de la historia de la humanidad: los amigos.¿Cuántas vivencias y experiencias agradables vienen a nuestra memoria emocional cuando recordamos a los amigos? ¿Cuánta añoranza sentimos por los encuentros, conversaciones, travesuras, desvelos y actividades compartidas? ¿Cuántos aún siguen caminando con nosotros, a pesar de las huellas del implacable tiempo en sus vidas, de la vorágine de problemas e incluso de la distancia física? ¿Cuántos se han quedado por el camino porque quizás se dieron cuenta de que ya no podían seguir “usando máscaras” para personifcar a un (falso) amigo?En una ocasión, un fraile me dijo que “las personas andamos por la vida usando estas máscaras (aparentando) para poder ser aceptados en la sociedad”, algo que considero bastante cierto; aunque en las relaciones de amistad, por lo general, tiende a caerse por sí solo el antifaz. A los amigos nos donamos generosamente con todo lo que llevamos dentro y fuera de nuestro ser, llegando a entrar en una dinámica de reciprocidad físico-afectiva. Preguntémonos entonces: ¿a cuántas personas nos acercamos para ser escuchados cuando la vida se dibuja con tonos grises? ¿Cuántos se enorgullecen y alegran por nuestros éxitos, y cuántos nos ayudan a cargar las pesadas cruces? De seguro que en tu lista personal caben sólo unos pocos, y ellos son… tus verdaderos amigos.Muchas veces nos encontramos con personas que, ante la separación y el rechazo, incluso de su propia familia, han sabido llenar ese vacío psico-emocional por medio de sus amigos, quienes constituyen un manantial inagotable de felicidad y acompañamiento para sus vidas. Son, además, un refugio seguro en momentos de sufrimiento y necesidad. También en este tipo de vínculo se siente satisfacción cuando se sirve generosamente a estos compañeros de camino.Las relaciones de amistad nos generan felicidad, favorecen nuestra autoestima, fortalecen nuestra identidad, impulsan a la caridad y brindan seguridad y bienestar socio-emocional. Apostar por este imperecedero valor resulta trascendental para la vida de las personas, más ahora donde prevalece y se estimula el egoísmo, la violencia y la insensibilidad humana.Para cultivar y mantener las amistades, esmérate en el trato afectuoso y empático hacia ellas; dedícales un espacio de tu tiempo; sé generoso y agradecido; no les pidas más de lo que pueden ofrecerte; déjalas ser auténticas; afánzate a principios como la fidelidad, transparencia, desinterés y flexibilidad, como también practica el perdón y el buen sentido del humor. Convencido estoy de que si aplicamos estos incentivos a nuestra propia vida, honraremos a lo grande ese maravilloso tesoro que un día alguien bautizó con el nombre de Amistad. ¡Felicidades, amigos!
Ora con la Palabra
Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario
Mt 5,1-12ª
“Dichosos los pobres en el espíritu”
Lunes: Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20
“Espíritu inmundo, sal de este hombre”
Martes: Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43
“Contigo hablo, niña, levántate”
Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”
Jueves: Presentación del Señor Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40
“Mis ojos han visto a tu Salvador”
Viernes: Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29
“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”
Sábado: Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34
“Andaban como ovejas sin pastor”
Intención para Febrero 2023
El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.
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