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En estos tiempos indescriptiblemente difíciles, los seres humanos nos aferramos a valores y recursos espirituales que nos ayudan a salir adelante, a construir nuevos proyectos. Los cubanos, peregrinos en busca de nuevos horizontes, experimentamos el cansancio de las promesas incumplidas, las aspiraciones negadas y confundidas. Incluso, hemos confundido la esperanza cristiana con la resiliencia, y esta también indica el fracaso ante nuevas propuestas como opción para levantarse y seguir adelante.
Hemos confundido el optimismo y el altruismo con la capacidad de mirar al cielo y buscar en Dios lo que en la tierra se nos ha negado. La inmediatez de lo que necesitamos, pedimos y no obtenemos, hace de nuestra relación con Dios una negociación de nunca acabar y, en ocasiones, una queja de su pasividad. ¡Nos hace falta la esperanza! "Incluso no nos acobardamos en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia, que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza, la cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo, y por el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones" (Ro. 5, 3-5).
En la esperanza que no defrauda hay una verdad escondida que se cumplirá. El primer Viernes Santo de la historia significó el fracaso del hombre sobre el hombre, pero señaló hacia el Domingo de Resurrección, el camino hacia la esperanza del nuevo Sol que "nace de lo alto" (Lc. 1, 78), porque el sepulcro está vacío. Se fractura la historia de lo viejo y comienza la esperanza de lo nuevo. Ya no hay que ocultar el Sancta Sanctorum (Lugar Santo), porque el Cordero ha vencido a la muerte y ha entrado al Trono de Dios. Ahí está la esperanza del pueblo que esperó y creyó fielmente en la promesa de Dios a sus antepasados. Es la promesa de Aquel que marca el comienzo de la historia con su muerte y resurrección.
Fue la esperanza la que hizo "arder el corazón de los dos de Emaús" y retornar a Jerusalén a encontrarse con los apóstoles; fue lo que animó el corazón creyente de la Madre para reunir a los apóstoles, que estaban encerrados por miedo a los judíos, para recibir el don del Espíritu Santo y que así naciera la Iglesia. Es la esperanza la que anima a esta Iglesia que peregrina en nuestra tierra cubana a seguir anunciando a Jesús de Nazaret por encima de las tormentas del presente y del futuro. Una esperanza animada por la kénosis, el abajamiento del Maestro y el silencio de los sagrarios, por los pies cansados de los misioneros y por las manos de nuestras abuelas que rezan el santo rosario. Una esperanza que es hostia y vino consagrado. Solamente tú, Señor, puedes marcar el nuevo ritmo de la historia de la humanidad y solo en tu nombre podemos encontrar la esperanza que salva y que nos hace "mantener el ritmo de nuestra espera".
Ora con la Palabra
Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario
Mt 5,1-12ª
“Dichosos los pobres en el espíritu”
Lunes: Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20
“Espíritu inmundo, sal de este hombre”
Martes: Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43
“Contigo hablo, niña, levántate”
Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”
Jueves: Presentación del Señor Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40
“Mis ojos han visto a tu Salvador”
Viernes: Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29
“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”
Sábado: Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34
“Andaban como ovejas sin pastor”
Intención para Febrero 2023
El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.
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