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Cuando se habla del hno. Carlos de Foucauld, canonizado por el papa Francisco el pasado 15 de mayo, enseguida se piensa en el desierto, ya que él vivió los últimos quince años de su vida en el Sahara argelino. Pero no fue un padre del desierto como los de los primeros siglos del cristianismo, que se iban allí para huir del mundo, para quedarse a solas con Dios, como ermitaños.

Es verdad que Carlos de Foucauld fue un amante de la soledad, y en muchos aspectos un ermitaño, y que en todas las reglas que escribió habla de clausura. Pero lo que él buscó toda su vida fue imitar a Jesús de Nazaret y los cambios que notamos en su recorrido se deben a que en su estado de vida no sentía que estuviera viviendo ese ideal que así describe: “Estoy sediento de llevar la vida que intuí caminando por las calles de Nazaret ―las mismas que pisaron los pies de Nuestro Señor―, pobre artesano, oculto en la opaca condición de hombre común”.

Por buscar la realización de ese ideal, entró en la Trapa, vivió luego como sirviente de las Clarisas en Nazaret y, fnalmente, se fue al desierto del Sahara. Su imagen de Nazaret fue cambiando también con los años. Al principio se imaginó una vida oculta, en el silencio y la oración; como si José y María con Jesús vivieran en un monasterio. A partir de su ordenación sacerdotal en 1901, ya no soñará más “la soledad con Jesús solo” ni habla de sí mismo como monje o ermitaño, sino que escribe desde el Sahara a su prima: “Quiero acostumbrar a todos sus habitantes, cristianos, musulmanes, judíos, a verme como su hermano, el hermano universal. Empiezan a llamar la casa ‘fraternidad’ y eso me gusta”. Y más tarde, en una meditación, le hará decir a Jesús: “Es el  amor lo que debe recogerte en mí y no el alejamiento de mis hijos. En ellos, veme a mí y, como yo en Nazaret, vive junto a ellos, perdido en Dios”.

Nuestro hno. Carlos fue una persona que no cesó nunca de convertirse, porque desde que encontró a Jesús se dejó guiar por el Espíritu sin cansarse de buscar cómo imitar más al Señor en su vida sencilla de Nazaret. De monje y ermita- ño se transformó sencillamente en hermano, como él mismo dice en una carta: “Hacerme todo a todos para darlos a todos a Jesús, tratando a todos con bondad y afecto fraterno, prestando todos los servicios posibles, entablando un contacto afectuoso, siendo un tierno hermano para con todos, practicando la mansedumbre de Jesús”.

Que el Señor nos permita también a cada uno y cada una de nosotros, por intercesión de san Carlos de Foucauld, no cesar de buscar a lo largo de toda nuestra vida la realización de  nuestra vocación más profunda, sin temer a los cambios que eso pueda exigir.

Ora con la Palabra

 

Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario

 

Mt 5,1-12ª

“Dichosos los pobres en el espíritu”

Lunes:  Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20

“Espíritu inmundo, sal de este hombre”

Martes:  Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43

“Contigo hablo, niña, levántate”

Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6

“No desprecian a un profeta más que en su tierra”

Jueves: Presentación del Señor 
Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40

“Mis ojos han visto a tu Salvador”

Viernes:   Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29

“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”

Sábado:   Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34

“Andaban como ovejas sin pastor”


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               Intención para Febrero 2023

El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.

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