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Durante mi infancia escuché decir muchas veces que si José Martí no hubiera caído demasiado temprano, la República y el destino de Cuba hubieran sido otros. Lo alentaba aquella “Clave martiana”: “Martí no debió de morir, ay, de morir…”. La voz popular daba por sentado que un patriota previsor, ansioso de justicia social, podría conjurar solo cualquier mal que aquejara a la Isla.Cuando revisamos su vasta obra, hay continuas alusiones a la necesaria independencia de Cuba, pero ningún programa de transformaciones a realizar después. Ante la urgencia de lograr la unidad de los cubanos para preparar la “guerra necesaria”, no quería poner en peligro esta con polémicas sobre la injusta distribución de la riqueza, los conflictos raciales, las diferencias filosóficas o de credo religioso. Todo quedaba aplazado para la hora de la libertad.La vida y obra martiana nos ofrecen certezas apreciables sobre la anhelada República. Crítico del colonialismo desde su adolescencia, comprobó después, en su peregrinar por América, cuántos males del pasado permanecían en repúblicas, donde los privilegiados de antaño seguían concentrando el poder económico, mientras los indios, así como los antiguos esclavos, continuaban marginados, además del caudillismo militar, las dictaduras y la torpeza en el calco de leyes e instituciones extranjeras.En Estados Unidos se admiró del libre ejercicio de derechos como la libertad de reunión y de prensa, mas pronto descubrió los defectos de aquella democracia, donde los poderosos lograban imponer sus intereses en las contiendas políticas. Se cercioró de la miseria de los obreros e inmigrantes y del ofensivo lujo de las clases elevadas. Le preocupó el desprecio que esa nación sentía por los países del sur del continente y el riesgo de sus ansias de expansión.Fue un liberal, enemigo de cualquier esclavitud, impregnado por las ideas democráticas de la Constitución de Guáimaro, y siempre precavido para evitar que la Isla fuera gobernada por una junta militar o alguna otra forma de despotismo. Respetaba a Carlos Marx porque “se puso de parte de los pobres”, pero rechazaba la lucha de clases que significaba “echar a unos contra otros” y combatir una violencia con otra no menos cruel. Por razones semejantes, tampoco simpatizó con el experimento social de la Comuna de París ni con las ideas de una sociedad socialista utópica fundamentada en el evolucionismo de Spencer.El verdadero legado martiano para una república futura está en el señalamiento de esa Ley Primera que debe ser “el culto a la dignidad plena del hombre”, unido a lo que llama en memorable discurso “la fórmula del amor triunfante: Con todos y para el bien de todos”. Estas frases, llevadas y traídas durante años, incluso manipuladas, conservan toda su vitalidad. La patria que él quería construir significaba el respeto a los derechos humanos, sin restricciones, y el gobierno que la rigiera debería ser un servidor del bien general. Esas ideas, más de un siglo después de formularse, siguen siendo absolutamente nuevas.
Ora con la Palabra
Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario
Mt 5,1-12ª
“Dichosos los pobres en el espíritu”
Lunes: Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20
“Espíritu inmundo, sal de este hombre”
Martes: Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43
“Contigo hablo, niña, levántate”
Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”
Jueves: Presentación del Señor Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40
“Mis ojos han visto a tu Salvador”
Viernes: Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29
“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”
Sábado: Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34
“Andaban como ovejas sin pastor”
Intención para Febrero 2023
El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.
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