Lc.-2-16-21

La historia del nacimiento de Jesús tiene varios protagonistas. El más silencioso, por supuesto, es Jesús. Están los pastores, los primeros testigos convocados por el ángel. Está San José, otro personaje silencioso, ocupado en hacerle la experiencia lo menos traumática a María, la joven madre que se ve obligada a dar a luz en un pesebre.

Además del regalo que supone contemplar a su hijo, nacido en suma pobreza ―como dice San Ignacio en los Ejercicios Espirituales―, ella agradece a Dios su maternidad milagrosa. El anuncio del ángel se refería a la grandeza del hijo de María. El llevaría el título de Hijo del Altísimo, heredaría el trono de David y reinaría sobre la casa de Jacob para siempre.

No parece haber ninguna relación entre los grandiosos títulos de Jesús y la extrema pobreza del entorno. María no puede absorber la incongruencia entre esas realidades. ¿Cómo pueden referirse a la misma persona? El Hijo del Altísimo recostado en un pesebre. En vez de diplomáticos y dignatarios rindiendo homenaje, un grupo de humildes pastores llamados por el ángel. En vez de un palacio real, una cueva maloliente.

Dice el evangelio de Lucas, en varias ocasiones, que María, al no comprender, conservaba y meditaba todo en su corazón. Cuando la razón no ayuda dando explicaciones coherentes, el corazón rumia y espera el esclarecimiento del misterio.

María va a aprender a ser madre. Ya es la madre natural de Jesús. Ahora tendrá que ir poco a poco desentrañando el misterio de este hijo que el Señor le ha concedido. Honrar a María como Madre de Dios exige de nosotros que no nos contentemos con ser espectadores del misterio de la Navidad. Se nos pide, además, que contemplemos y conservemos todo lo que vivimos en nuestro corazón. Allí el Espíritu Santo nos ayudará también a vivir nuestra paternidad espiritual. A dar a luz a Jesús en nuestra historia. Al asumir la maternidad del Hijo de Dios, María también nos asume a nosotros como sus hijos, hermanos de Jesús. Madre de Dios y madre nuestra.

El evangelio de hoy termina con la circuncisión del niño. Le ponen el nombre de Jesús, aquel que el ángel le había comunicado al anunciarle su concepción. Honramos hoy a María como la Madre de Dios. Que ella nos ayude a llevar siempre al corazón lo que el Señor hace en nosotros.

Ora con la Palabra

 

Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario

 

Mt 5,1-12ª

“Dichosos los pobres en el espíritu”

Lunes:  Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20

“Espíritu inmundo, sal de este hombre”

Martes:  Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43

“Contigo hablo, niña, levántate”

Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6

“No desprecian a un profeta más que en su tierra”

Jueves: Presentación del Señor 
Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40

“Mis ojos han visto a tu Salvador”

Viernes:   Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29

“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”

Sábado:   Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34

“Andaban como ovejas sin pastor”


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               Intención para Febrero 2023

El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.

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