I-Domingo-de-AdvientoAl comenzar el año litúrgico, el Evangelio nos invita a la vigilancia. Jesús cuenta dos parábolas para exhortarnos a estar preparados. Quien no esté vigilante será sorprendido a causa de su falta de preparación, mientras quien esté preparado podrá acoger la novedad del Reino que llega como ladrón en la noche.

El tiempo de Adviento es una invitación a vivir desde la atención, a hacerlo en tensión hacia aquel que viene: el Niño Dios que nace en Belén, el Señor de la historia que vendrá al final de los tiempos, Es Jesús que toca a nuestra puerta para cenar con nosotros. Esta tensión podríamos experimentarla como un esfuerzo grande, innecesario. ¿Quién tiene aún fuerzas o deseos de ocuparse de alguien que viene cuando el día a día está lleno de preocupaciones y de ocupaciones, de la lucha por la existencia, del cuidado de nuestros seres queridos? ¿Quién tiene aún tiempo para la espera?

La espera del Salvador es la Buena Noticia de este tiempo. En estas dos parábolas Jesús nos pone frente a la urgencia de la espera, pero también nos presenta el lugar donde podemos y debemos esperarlo: en nuestra vida cotidiana. La espera se realizaen el campo, sembrando, en la casa, moliendo, incluso en el lecho, velando. La vigilancia, la preparación de que habla el Señor no nos saca del mundo, de nuestras ocupaciones y preocupaciones, sino que nos permite percibir la dimensión de sentido, de trascendencia de toda nuestra vida. La invitación a vigilar durante el Adviento es la invitación a abrir nuestros ojos a la novedad del Reino que irrumpe en nuestra vida. Un niño que nace en Belén cambia el sentido de la historia del mundo. Ese mismo niño, que nos preparamos a recibir en nuestros corazones, podrá cambiar la manera en que vemos la realidad, llenarla de esperanza, pasar de una existencia gris a una existencia iluminada por la luz de Dios.

El lenguaje duro de Jesús puede inquietarnos a veces. Pero es más bien una llamada a desperezarnos, a no dejarnos dominar por nuestros hábitos, a mirar de una manera nueva nuestra realidad. Nuestra situación personal o colectiva puede parecer desesperada, pero la llamada a estar preparados nos invita a abrir los ojos a la luz de la aurora que ya colorea con su novedad todas las cosas en nuestra vida y a nuestro alrededor.

Ora con la Palabra

 

Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario

 

Mt 5,1-12ª

“Dichosos los pobres en el espíritu”

Lunes:  Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20

“Espíritu inmundo, sal de este hombre”

Martes:  Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43

“Contigo hablo, niña, levántate”

Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6

“No desprecian a un profeta más que en su tierra”

Jueves: Presentación del Señor 
Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40

“Mis ojos han visto a tu Salvador”

Viernes:   Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29

“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”

Sábado:   Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34

“Andaban como ovejas sin pastor”


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               Intención para Febrero 2023

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