Lc-21-5-19

En una semana más, con la celebración del domingo de Cristo Rey, marcaremos el final del año litúrgico que iniciamos cerca de  un año atrás. La etapa más extensa del año, el tiempo común u ordinario, se agota y, con él, un año más de celebraciones y de  historia humana.

Como peregrinos, hemos intentado vivir, jornada tras jornada, el misterio de Cristo entregado por nosotros y resucitado para  todos en este 2021, que tanto trajín y agobio nos echó encima. Tras las amenazas de una pandemia que sembró temor y  encierro por todo el orbe en 2020, en el 2021 vimos revivir el espectro de la guerra y extenderse por la patria la desesperanza,  el temor a la hambruna y el éxodo. Ya en el último tramo del año, miramos al horizonte con perplejidad y nos preguntamos por  dónde transitaremos como pueblo y creyentes, a dónde nos dirigiremos como familias e individuos.

La historia reciente, con un planeta que evidencia su lucha agónica con los abusos que cada día infligimos a la casa común, con sequías e inundaciones extremas, con bosques  calcinados y mares en que la vida 
de los corales y los peces pierde terreno, nos trasmite la ansiedad de llegar a vernos un día ante lo irremediable.

El Evangelio de Lucas nos trae ecos de conversaciones de Jesús con sus discípulos: la magnifcencia del templo de Jerusalén y su fragilidad ante el poder avasallador romano, los  retorcijones del cosmos y el miedo ante lo que nos supera, como también los tiempos desafiantes de la persecución y la oportunidad de ser testigos 
mártires, decían los griegosde  la fe que nos mueve, la esperanza que nos anima y el amor que nos compromete.

Jesús nos ofrece su paz, la serenidad ante lo cambiante e inesperado, nos llama a no confundir lo circunstancial con lo importante, a no enredarnos en los detalles del dónde y cuándo. Porque lo importante, lo decisivo diríamos, se halla más bien en el
quién, el Hijo del Hombre que, desde su historia de amor servicial y sacrificial, se levantó a una vida resucitada y nos  invita a caminar como pueblo suyo en medio de una humanidad doliente y expectante.

LA LEY DEL TRABAJO
     (2 Tes 3, 6-12)
San Pablo nos propone
evitar privilegios y ventajas,
y con su ejemplo expone
que, cuando tú trabajas,
el mensaje de fe mejor encajas.
Porque una vida ociosa
solo produce vagos, holgazanes
y sociedad viciosa
que ni reparte panes
ni sacia al ser humano sus afanes.

Bien clara es la justicia:
“El que no quiera trabajar, no coma”;
que ofcio sin codicia
no daña a quien lo toma,
y ganarse la vida es buen diploma.
Jesús, el carpintero,
obtuvo con sus manos el sustento
como cualquier obrero,
y me llega su aliento
para hacer mi trabajo bien contento.

Ora con la Palabra

 

Domingo 29 de enero: IV del Tiempo Ordinario

 

Mt 5,1-12ª

“Dichosos los pobres en el espíritu”

Lunes:  Heb 11,32-40/ Sal 31(30)/ Mc 5,1-20

“Espíritu inmundo, sal de este hombre”

Martes:  Heb 12,1-4/ Sal 20(21)/ Mc 5,21-43

“Contigo hablo, niña, levántate”

Miércoles: Heb 12,4-7.11-15/ Sal 103(102)/ Mc 6,1-6

“No desprecian a un profeta más que en su tierra”

Jueves: Presentación del Señor 
Mal 3,1-4 / Sal 24(23)/ Heb 2,14-18/ Lc 2,22-40

“Mis ojos han visto a tu Salvador”

Viernes:   Heb 13,1-8/ Sal 27(26)/ Mc 6,14-29

“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado”

Sábado:   Heb 13,15-17.20-21/ Sal 23(22)/ Mc 6,30-34

“Andaban como ovejas sin pastor”


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               Intención para Febrero 2023

El Papa nos pide orar por las parroquias, para que, poniendo la comunión en el centro, sean cada vez más comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados.

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